El pasado 6 de mayo, los investigadores y buzos técnicos Alejandro Pérez Matus, Vladimir Garmendia y Rodrigo Alarcón Ireland realizaron la primera inmersión de terreno en el marco del proyecto de investigación de arrecifes mesofóticos templados. Conoce los detalles de esta experiencia.
El propósito fue explorar mediante buceo autónomo los arrecifes frente a la costa de Las Cruces, El Tabo, en la V Región, para registrar su ubicación (georeferenciación) e identificar las principales especies y tipo de fondo. Esto con el fin de utilizarlos como laboratorio natural para futuras expediciones, donde se evaluarán los procesos a desarrollar en los objetivos del proyecto.
“El sitio de exploración estaba alejado a unos 3 kilómetros aproximadamente de la costa. La primera maniobra fue descender cámara BRUV (Baited Remote Underwater Video)”, señala Rodrigo Ireland, especialista en esta tecnología, que consiste en un sistema de grabación montado sobre una estructura metálica y que posee carnada para atraer a peces u otros organismos al campo de visión de la cámara. “El dispositivo tomó registros durante 2 horas a una profundidad de 30 m, los cuales servirán para examinar la abundancia, tamaños y diversidad de especies de peces que habitan estos arrecifes”.
Luego los tres buzos se dispusieron a bajar y conocer el sitio personalmente. A través de sus máscaras de buceo, pudieron identificar rápidamente un lugar inexplorado, un roquerío hundido a 35 metros de profundidad donde abundaban cardúmenes de peces, moluscos poco comunes y una topografía vislumbrante.
“Fue una muy buena experiencia, a simple vista estos ambientes muestran una comunidad distinta a los arrecifes más someros (<20m de profundidad) dominados por las algas huiros o kelps”, explica Vladimir Garmendia. “En los arrecifes que visitamos hasta los 35 metros, la diversidad y biomasa de organismos no deja de impresionar. Vimos gran cantidad animales sésiles que forman colonias sobre las rocas, como esponjas, corales y anémonas. Un gran número de peces de roca como la cabrilla o cascajo (Sebastes oculatus) se acercaron a nuestro BRUV, además de un cardumen de cientos de cabinzas (Isacia conceptionis) rodeándonos durante el buceo. Fue impresionante”.
Debido a la gran profundidad, el tiempo de buceo es limitado, por lo que los investigadores pudieron quedarse 20 minutos explorando el lugar y registrando videos y fotografías. Al terminar, subieron a la embarcación a intercambiar opiniones y detalles de la experiencia, y decidieron realizar un segundo buceo en las cercanías del lugar, que causó igualmente impresión en los investigadores.
“Nos adentramos en una grieta submarina que comenzaba a los 30 metros de profundidad. La vista se perdía en una oscuridad absoluta, lo que nos dejó con la inquietud de explorar más allá de lo que nuestros ojos podían alcanzar”, señala Rodrigo Alarcón Ireland.
Por su parte, Vladimir finaliza: “Sin duda, volveremos pronto a estos arrecifes para probar más metodologías y conocer cuán conectados se encuentran entre ellos.”
Fotografías: Alejandro Pérez Matus